jueves, 24 de febrero de 2011

Tormenta

Me caen bien los positivistas. Ahí está, lo dije, ¿contentos todos? Sé que es un anacronismo, pero no lo puedo evitar. Me gusta la gente que antes de ponerse a cuestionar la validez del empirismo, que antes de criticar a la ciencia como institución, que antes de señalar los intereses hegemónicos a los que responde el proceso de legitimación del conocimiento, que antes de poner en duda la universalidad del universo, se asegura de no estar hablando con un oscurantista.
El positivismo, con todos sus defectos, buscó impedir la supervivencia de los últimos vestigios de la Edad Media. El problema es que no lo logró, y los últimos medievales se agarran en su desesperación de las teorías superadoras del positivismo para justificarse. Entonces, así de repente, cualquier estúpido afirma que la interpretación de los hechos tiene más peso que los hechos y cree que así como así demostró que la ley de la gravedad es tan demostrable como la existencia de Dios, y que entonces hay que creer en ambas. ¿Pero quieren saber cuál es la verdad? Porque yo también.

1 comentarios:

Irene Frydenberg dijo...

Yo ya intuía que eras un genio, ahora lo confirmo.

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.