domingo, 26 de septiembre de 2010

Yo pregunto, nosotros preguntamos

Sin intenciones de transgredir ningún derecho de propiedad intelectual, pero haciéndolo, transcribo esta oración de autoría anónima titulada Yo pregunto:
En un contexto en el que cualquier cristiano mínimamente alfabetizado puede navegar por Internet, escribir en cualquier buscador la palabra "sexo" y dar rápidamente con millones de imágenes tanto fijas como en movimiento de mujeres ya no semidesnudas sino completamente afeitadas, ya no en poses supuestamente sensuales sino directamente siendo penetradas tanto vaginal como bucal y analmente, muchas veces al mismo tiempo y por varios sujetos, u objetos o animales a la vez, todo de manera gratuita e ilimitada, todas las veces que lo desee y en el momento que más le apetezca, ¿cómo es posible que los kioscos rebasen de publicaciones dedicadas a exponer de manera semiexplícita a mujeres más o menos desvestidas, en posiciones imposibles, siempre ofreciendo primeros planos [de] sus generosos traseros de impecable factura quirúrgica en publicaciones que lejos de resultar apuestas de riesgo de una industria editorial supuestamente jaqueada por las nuevas tecnologías, constituyen emprendimientos de rendimiento seguro, con páginas y páginas llenas de avisos y miles de ejemplares vendidos generalmente de manera mensual?
(Revista Barcelona, 24 de septiembre de 2010, página 26.)
Agregaría yo que el fenómeno sólo es contradictorio cuando se lo analiza en las clases media y alta argentinas (que tienen generalmente acceso a internet), y no comparto la crítica implícita a los "traseros de impecable factura quirúrgica" (que, malos o buenos, se dan por igual en todas las pornografías, por lo que no hacen al problema), pero comparto la inquietud. Es una pregunta que me hago desde hace mucho tiempo. En apariencia, hay disponibles dos tipos de productos pornográficos: uno (prácticamente) gratuito que ofrece exactamente y sin tapujos lo que el consumidor busca al consumirlo, otro (comparativamente) costoso que ofrece lo que promete sólo de manera esquiva y mentirosa. Por alguna razón, el producto de mayor precio y menor calidad (pornográfica) sigue siendo un negoción.

¿No se deduce que el producto que cuesta más y ofrece menos debería no sólo tener menos consumidores, sino también desaparecer por completo del mercado? ¿Qué clase de estrategias mercantiles que no imagino ni puedo imaginar sostienen este negocio indestructible? ¿Qué es lo que el comprador de estas revistas encuentra en ellas que no pueda encontrar con la ayuda (prácticamente) gratuita de cualquier motor de búsqueda en red? Necesariamente hay un algo que responde alguna de las dos últimas preguntas. Pero bueno, no soy economista ni sociólogo, así que se lo dejo a la posteridad.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

¡Adiós, hermano!


Te fuiste anteayer y todavía no me acostumbro al mundo sin vos. Tampoco me llego a acostumbrar a esta nueva modalidad de Capusotto de despedirse de sus personajes concluyendo sus respectivas historias. Y así como en su momento lloré la resignación definitiva de Jaime de las Mercedes Cárdenas y la disolución de Los Marrones, hoy lloro tu merecido ascenso, Jesús de Laferrere, seguro de morir esperando tu regreso.
No compartimos los gustos musicales pero compartimos esa confianza patética en la bondad humana. No compartimos la fe pero sí el humor. Te admiro, hermano periférico, te admiro y te lloro, desde hoy y para siempre.
Jesús hoy se toma el palo,
junto a su padre ya se va.
Deja el conurbano
y se empieza a elevar,
en el cielo rolinga...

domingo, 19 de septiembre de 2010

Rembrandt's J'acuzzi

Momento, ¿qué fue eso? ¿Una película mala? ¿Una sucesión incoherente de acusaciones insostenibles? ¿Una cosa rara que por mucho que la caretee no tiene nada que ver con la pintura? ¿Uno de los más grandes y aplaudidos fracasos del mundo contemporáneo?
¡No! Bueno, sí, pero además es Rembrandt’s J’accuse, la nueva película de Peter Greenaway. En un recorrido (visualmente) hermoso por los secretos más fascinantes y posiblemente apócrifos de La ronda nocturna de Rembrandt, Greenaway nos devela todo lo que se le ocurrió un día y terminó amontonando en una gran película que es como si fuera un ensayo, sólo que sin llamadas al pie ni notas al final que nos hagan suponer que realmente hubo una investigación seria detrás.
Aprenderemos, por ejemplo, que si en el cuadro domina el color negro es porque el autor quiso simbolizar lo siniestro del asesinato que la pintura denuncia. Nosotros acá pensando que era una característica pictórica de la época, y ahora resulta que la mitad de las obras de Rembrandt y de todos los pintores del barroco debieron querer denunciar asesinatos múltiples y conspiraciones criminales de todo tipo. Nos serán develados treinta y un secretos de los cincuenta que contiene La ronda nocturna, como por ejemplo que Rembrandt sabía perfectamente todos los pormenores del crimen y los denunció uno por uno en su pintura; aunque no se nos develará por qué los pintó en vez de decírselos a alguien, como por ejemplo a un juez (seguramente ese es el secreto cuarenta y dos).
¡Un documental emocionante que no te va a dejar descansar ni aunque te estés muriendo de sueño, porque cada dos minutos se anuncia un nuevo secreto con una musiquita de un volumen que despierta a los muertos! ¡Nominada a la "película conspirativa que se la da de ensayística y reveladora" del año! ¡Es como El código da Vinci sólo que... bueno, igual de mala pero diez veces más careta! ¡No dejes de perdértela, en los mejores cines!