domingo, 3 de abril de 2011

El regreso


Y así es como se siente volver a clases. La angustia de saber que no importa cuánto te esfuerces, siempre vas a estar por debajo de las espectativas. La confusión de tratar de entender el aparato burocrático de una institución que pareciera desear tu deserción a cada momento. La tortura de aguantar una perorata de dos (a veces cuatro) horas, o más bien, la desesperación de esperar que el conferenciante de turno no haya dicho nada vital mientras uno estaba lejos, soñando con mundos mejores. A veces me siento dispuesto a sacrificar mi derecho a repensar los contenidos de las materias, con tal de que me enchufen un pendrive en la nuca con toda la información necesaria y me la transfieran al cerebro.
Aunque no todo es lágrimas en el mundo de la pedagogía del terror (y créanme que es el miedo el verdadero motor del estudio, algunos profesores se jactan de ello): la universidad tiene aspectos muy buenos también, sólo que no estoy de humor para recordarlos.

2 comentarios:

Irene Frydenberg dijo...

¡Papu, qué desastre! No me imaginaba que sufrías tanto. Si lo hubiera sabido no te hubiera insistido tanto con el tema del estudio. Mis disculpas de madre con culpa.

Irene Frydenberg dijo...

Bueno, pero por lo menos hiciste un dibujo hermoso. ¡Viva el unicornio!

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